Todo aquel que se ha planteado dedicarse a la escritura se ha encontrado con el mismo obstáculo: ¿cómo escribir diálogos creíbles? Hay a quiénes les sale natural, pero para la mayoría de nosotros supone entrar en un atolladero de personalidades y puntuación que puede ser un dolor de cabeza. Pero de todo se sale: te contamos cómo formular las conversaciones entre tus personajes y cómo puntuarlas adecuadamente. Prepárate para guardar este blog entre tus favoritos para empezar a construir los mejores diálogos.
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¿Cómo escribir diálogos?
Lo primero que debes saber es que, para escribir diálogos, es necesario controlar los signos de puntuación asociados. En este caso, lo que se utiliza es la raya o guion largo (—), que no puede confundirse con el guion corto (-). Tomemos el siguiente ejemplo de diálogo:
—Me gustaría aprender a escribir —dijo Ana—. No sé por dónde empezar.
Este ejemplo nos permite entender cuándo se utiliza el guion largo en el diálogo. Lo usamos al inicio para introducir lo que dice el personaje, y también al final, cuando interviene el narrador. En caso de que queramos que el personaje siga hablando, volveremos a poner el guion largo, seguido del signo de puntuación correspondiente y lo siguiente que vaya a decir.
Cuando hagamos un diálogo entre dos personas iremos alternando, siempre usando un punto y aparte o una línea para cada personaje. Por ejemplo:
—Me gustaría aprender a escribir —dijo Ana—. No sé por dónde empezar.
—Lo importante es ponerse.
Una vez controlamos la puntuación, pasamos a la parte más difícil: dar credibilidad y personalidad a los diálogos. ¡Vamos a ello!
¿Qué hace creíble el diálogo de un personaje?
Para escribir diálogos creíbles debemos tener siempre una cosa clara: no somos nosotros quiénes hablamos. Debemos considerar la personalidad, las motivaciones y la intención del personaje a la hora de poner palabras en su boca. Si no tenemos esto claro, puede que tengamos que definir mejor a nuestro personaje.
Entonces, ¿qué hace creíble el diálogo de un personaje?
La voz del personaje
La voz del personaje lo representa, es la forma concreta y específica con la que se comunica y se relaciona con su entorno. Para poder construirla adecuadamente podemos tener a mano una lista con las cualidades y las características de cada uno, algo que ayudará a ver qué palabras o qué frases son las más indicadas. Veámoslo con el siguiente ejemplo:
—Aplique frío sobre el hematoma.
—Ponte hielo en el moratón.
¿Sabrías decirnos cuál de los dos personajes se dedica a la medicina? Otro ejemplo podría ser:
—Sí, bueno, creo que no lo he hecho mal, aunque nunca se sabe.
—Lo he hecho bien.
En este caso, hay un personaje que tiene una mayor seguridad y confianza en sí mismo. Seguro que no te cuesta mucho identificarlo, ¿verdad?
El contexto
Un mismo personaje actuará y hablará de forma distinta según dónde se encuentre. No es lo mismo una charla de bar que una reunión de trabajo, dónde emplearemos un vocabulario más concreto. La situación, además, también sirve para proyectar sentimientos.
Los diálogos de una discusión serán más agresivos, y aquellos que se den en una zona tranquila mostrarán mayor calma. Veámoslo con un ejemplo:
—¿Me explicas por qué tengo que hacerlo yo? ¡Estoy harta! ¡Siempre pasa lo mismo! Pues esta vez se lo van a comer con patatas, ¡ale!
Esta persona ha pasado antes por la misma situación, está molesta e indignada y no pretende dar su brazo a torcer. ¿Crees que diría lo mismo en un entorno laboral? Puede que, ante sus compañeros, suavice su tono sin por ello renunciar al mensaje:
—Esta vez no voy a hacerlo, lo siento. Llevo días con ello, y creo que es el momento de que otro tome esta responsabilidad.
El interlocutor condiciona el diálogo
Según con qué persona esté hablando, nuestro personaje utilizará un tono u otro. También empleará un vocabulario diferente. Jugar con la situación y el interlocutor con el que esté hablando ayudará a darle riqueza al personaje. Por poner un ejemplo de este diálogo:
—Y entonces le solté que basta ya, ¿eh? Porque a mí no me mangonearán, tío —dijo Carlos. Luego, se dirigió al camarero—. Disculpe, ¿podría traernos, por favor, dos refrescos más? Muchas gracias.
Evitar lo innecesario
Los personajes dan información, pero nunca deben limitarse a ello. No existen para explicar a los lectores detalles de la trama, sino sobre ellos mismos. Los diálogos deben contarnos algo del personaje o hacer que avance la historia. Si no sirven para uno de estos propósitos, mejor omitirlos.
Si forzamos el diálogo, perderemos credibilidad. Aunque una de las funciones del mismo sea informar al lector, es importante trabajar la sutileza para que no se vea artificial ni evidente. Un ejemplo de diálogo forzado sería el siguiente:
—Como acabo de romper con mi pareja después de 4 años, estoy de mal humor y no me apetece seguir escuchando cómo fue tu cita a ciegas.
Este personaje nos dice demasiado sobre sí mismo y de manera muy evidente. No suena natural y el lector detecta con mucha facilidad que el escritor ha querido quitarse de encima de forma torpe y rápida el contexto de este personaje. Para hacerlo bien, deberemos ser más sutiles y naturales, lo que seguramente nos ocupará más espacio, cierto, pero el resultado será más depurado:
—Sí, ya lo pillamos, te lo has pasado muy bien en tu cita. ¿Es que no sabes hablar de otra cosa?
—Pero bueno, qué mal te está sentando estar soltero…
Saber qué quiere el personaje
Te lo hemos avanzado anteriormente: conocer las intenciones de un personaje es crucial para entender cómo habla y qué tipo de palabras utiliza. Esto se aplica tanto para nuestro protagonista como para los personajes secundarios, y los objetivos que persiguen pueden ser variados: conseguir una varita mágica, casarse con su enamorada, vengarse de alguien que el hizo daño, ganar más dinero, comerse una tarta… Y la forma en la que hable un personaje debe delatar o dejar entrever qué es lo que persigue con esa interacción.
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