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La historia del tatuaje se remonta hasta la prehistoria. En la antigüedad se creía que el hecho de grabarse la figura de un animal evitaba recibir su ataque. Por ejemplo, la figura de un escorpión evitaba la picadura. Y aunque nos parezca muy evidente que esto no influía para nada, todavía hoy otorgamos a los tatuajes valores mágicos y espirituales. Pero, ¿de dónde viene esta costumbre?

Historia del tatuaje: ¿cuál fue el primer tatuaje?

Se considera que el primer tatuaje data de hace 5.000 años. Se encontró en dos momias egipcias, cuyo pueblo, se cree, fueron los inventores de los tatuajes. El objetivo de su práctica era médico: igual que grabarse la figura de un animal ahuyentaba sus ataques, tatuarse también podía servir para prevenir la enfermedad.

Así, el origen del tatuaje se sitúa en Egipto, donde ya desde sus inicios se les otorgaba un simbolismo importante. Pero no sólo encontramos evidencias de esta práctica en el antiguo Egipto, sino que ya en el año 1.000 a.C. los japoneses se tatuaban.

Esta práctica estaba asociada a criminales y delincuentes, que presumían de sus logros y de su carácter con estas marcas. Por el contrario, en la Antigua China se empleaban como decoración y por motivos estéticos.

El tatuaje en la antigua Roma y la Edad Media

Por su parte, los romanos y los griegos utilizaban el tatuaje como estigma social para marcar a los criminales. Tras la prohibición del Imperio Cristiano de Roma de esta práctica, los tatuajes pasaron a asociarse con el diablo y fueron estrictamente prohibidos… a no ser que fueras un señor feudal.

Los señores feudales pasaron de puntillas por esta prohibición y continuaron utilizando el grabado corporal para marcar a sus esclavos y que la gente, al verlos, reconociera que eran “su propiedad”.

Esta percepción cambió con la llegada de los caballeros templarios, que se grababan una cruz en la piel como una forma de expresar su deseo de recibir sepultura cristiana en el supuesto de morir en batalla.

El redescubrimiento del tatuaje en Europa

Esta práctica volvió a extenderse por Europa en 1769 con el regreso de la expedición inglesa capitaneada por James Cook. Este volvía de Tahití y traía consigo una seria de aborígenes tatuados que se exhibieron en Londres como si fueran una atracción.

La práctica se extendió y pronto empezaron a salir imitadores de esta costumbre que proliferó tanto que salieron los primeros salones de tatuajes. Sin embargo, la invención del tatuaje eléctrico tuvo que esperar hasta 1891 y, por aquel entonces, Estados Unidos se convirtió en el epicentro del diseño de tatuajes.

Historia del tatuaje: los primeros estudios profesionales

Martin Hildebrandt fue un pionero en el tatuaje: durante los años de la guerra civil estadounidense se labró un nombre tatuando a soldados de ambos lados. Este prestigio lo aprovechó años después, en 1875, para abrir el primer estudio de tatuaje del país, en Nueva York.

Pasaron 14 años hasta que Sutherland Macdonald trasladó esta idea a Londres, abriendo el primer estudio profesional en el Reino Unido, algo que no fue precisamente sencillo en el contexto de época victoriana del momento.

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Evidentemente, son muchas las anécdotas e historias en torno al tatuaje y contarlas nos llevaría una eternidad. Desde Sissí la empreatriz hasta Ötzi la momia, las marcas corporales se han empleado a lo largo de la historia de la humanidad para múltiples funciones.

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