Mantener una dieta equilibrada no es cuestión de memorizar listas interminables de alimentos «buenos» o «malos». Es mucho más sencillo que eso. Se trata de entender qué necesita tu cuerpo para funcionar bien y cómo puedes dárselo de forma ordenada, sin complicaciones y sin sentir que estás haciendo una carrera en nutrición. Si alguna vez te has preguntado cuál es el porcentaje de nutrientes de una dieta equilibrada, aquí vas a encontrar las respuestas claras y aplicables que necesitas saber.
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¿Cómo se deben repartir los nutrientes durante el día en una dieta equilibrada?
A lo largo del día tu cuerpo pasa por distintos estados: despiertas sin energía, a media mañana te activa la productividad, al mediodía necesitas combustible y por la tarde o noche llega ese momento en el que apetece picar algo. Por eso, el reparto de nutrientes no solo importa en porcentaje, sino también en cuándo los consumes.
Para empezar, piensa en tus comidas como oportunidades para nutrirte. El desayuno debería aportarte carbohidratos y proteínas para activar tu metabolismo y evitar que llegues con hambre descontrolada al mediodía. Una combinación de avena, yogur o huevos puede darte esa base estable que tu cuerpo agradece para empezar el día con energía.
La comida principal merece un equilibrio más marcado entre carbohidratos, proteínas y grasas saludables. Aquí es donde puedes incorporar arroz, pasta o legumbres, acompañados de verduras y una fuente de proteína de calidad. Este reparto te ayudará a evitar bajones energéticos y a mantener la concentración durante la tarde.
Por último, en la cena conviene reducir los carbohidratos rápidos y favorecer proteínas magras y grasas saludables. Así facilitas la digestión y permites que tu cuerpo descanse sin interrupciones. No se trata de comer poco, sino de comer de forma estratégica.
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Porcentaje de nutrientes en una dieta equilibrada
Vamos a la pregunta clave: ¿qué porcentaje de carbohidratos, proteínas y grasas debería tener una dieta equilibrada? Aunque cada persona tiene necesidades específicas en función de su edad, metabolismo, nivel de actividad física y estado de salud, existe un consenso general sobre los porcentajes recomendados.
El reparto estándar para una dieta equilibrada es el siguiente:
- Carbohidratos: 45-55%.
- Proteínas: 15-25%.
- Grasias: 25-35%.
Estos porcentajes forman la base de una alimentación que proporciona energía, favorece el desarrollo y reparación de tejidos y asegura el buen funcionamiento hormonal y celular. Veamos con más detalle cada grupo.
Carbohidratos
Los carbohidratos ayudan a activar la mente por la mañana, a mantener el ritmo durante el día y a rendir en actividades físicas y cognitivas. Por eso deberían representar entre un 45% y un 55% de tu ingesta diaria.
Ahora bien, no todos los carbohidratos son iguales. Los refinados (como el azúcar blanco, la bollería o el pan industrial) te dan energía rápida, pero también provocan picos y caídas bruscas de glucosa. ¿El resultado? Hambre constante, falta de concentración y sensación de fatiga.
En cambio, los carbohidratos complejos, como los que encuentras en cereales integrales, legumbres, verdura o fruta, liberan energía de forma gradual. Te mantienen saciado más tiempo y regulan tus niveles de azúcar en sangre, si tu objetivo es tener una dieta equilibrada, estos deberían ser los protagonistas.
Proteínas
Son las responsables de construir y reparar tejidos, producir hormonas y fortalecer el sistema inmunitario. Representan la base estructural de tu cuerpo, así que dejarlas en segundo plano no es una opción.
Lo ideal es que su aporte diario ronde entre el 15% y el 25% de tu dieta. Si haces deporte, estás en proceso de pérdida de peso o buscas ganar masa muscular, este porcentaje puede acercarse al límite superior.
Puedes obtener proteínas de origen animal, como huevos, pescados, carnes magras o lácteos; y de origen vegetal, como tofu, legumbres, soja, frutos secos o quinoa. Combinarlas es una excelente manera de asegurar que tu cuerpo recibe todos los aminoácidos esenciales.
Grasas
Aunque tienen mala fama, las grasas cumplen funciones fundamentales: participan en la producción de hormonas, protegen órganos, favorecen la absorción de vitaminas y aportan una fuente de energía íntima y sostenida. Por eso, deberían representar entre el 25% y el 35% de la dieta.
Eso sí, las grasas no son todas iguales. Las grasas saturadas y trans, presentes en fritos, bollería industrial, productos ultraprocesados y embutidos grasos, deben tomarse de forma ocasional. Su consumo excesivo puede afectar al metabolismo y a la salud cardiovascular.
En cambio, las grasas saludables, como las del aceite de oliva, el aguacate, los frutos secos, las semillas o el pescado azul, son tus aliadas. Ayudan a regular la inflamación, mejoran la memoria y contribuyen al bienestar general.
